13 de noviembre de 2009

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Como te odio hoy maldito Beckett, ¿con que crees que nada es más divertido que la infelicidad?
Por supuesto no conoces a Cielo. Adelante escribe una comedia sobre esto.

Ella es como una ráfaga que se agita por los vericuetos de mi casa, quitando manchas y espantando el polvo. Apenas si la observo y en ocasiones olvido su presencia. Sé que es la esposa del vigilante, y que lleva una vida cansada.

Pero fue hoy, después de tantos días, que por fin la conocí. Me pidió que la llevara a la corporación María Inmaculada, había escuchado que yo debía tomar unas fotografías en un hogar de niños, y ella quería aprovechar la oportunidad para dejar dos de sus cinco hijos en el hogar de paso.

Me dijo que no le alcanza la plata, que eran muchas las bocas para alimentar y muy poca la comida, que el barrio estaba muy caliente y que no quería perder a un hijo en medio de una balacera. Me habló como nunca en estos años, y se desahogó en mi silencio. Yo que desgranaba una a una sus palabras y la observaba sin complicaciones.

Vi entonces que tenía los ojos color esmeralda con pequeñas manchitas ocres, vi sus cejas despelucadas siempre arqueadas por la angustia, borre la impresión que tenía de mujer mala clase que hacia todo apresurada, y comprendí que la causa de su afán era no llegar de noche al Popular 12.

Al fin arribamos con sus dos hijos a la gran casa de mocositos necios, y le presente a Gabrielita la directora, una mujer ciega que conozco desde la infancia y que tal vez podría ayudarla. Pero entre los gritos, los saltos, los regaños, las constantes interrupciones, le dice a Cielo que no puede recibir a los niños.

¿Cómo crees que se siente Beckett? , frenarse después de tomar la difícil decisión de abandonar a los hijos, detenerse en el tormentoso camino de buscar el bienestar de ellos en el sometimiento y la culpa propia. Esto es la infelicidad, la ausencia completa de plenitud, el arrebato de ligeras alegrías, la angustia, el desconsuelo, la tristeza, el dolor. Ahora no es tan divertido ¿cierto?

Volveré a saber de Cielo cuando mi mamá la necesite para ordenar la casa, entre tanto sigue su vida de comuna y mi vida de sonrisas. Cuando la encuentre de nuevo le preguntaré qué ha pasado, ella seguramente me hable de su infelicidad.

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