Peces Dorados - Klimt

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Náyade, maldita ninfa de las aguas dulces, picara vos, seductora. Mítica y mística.

Y si te lames los dedos te queda el sabor de las algas verdes, y si acaricias tus pechos las manos se resbalan por tu piel de seda. Piel fría de víbora, glacial y distante. Pero esa gracia linfa de tu cuerpo, serpiente acuática, es la causa de este delirio, porque prometes pero no invitas, porque a tu mundo de peces no entran mortales.

Te inclinas despacio marcando líneas sinuosas, y enseñas las nalgas para que ellos se ofendan, pero no sabes, tú no sabes, que ellos se sacian en tus caderas, y si se detienen es para llevarte a una insinuación de labios y de lenguas. Te crees insulto, te crees risa, pero no lo eres, eres la femme fatale.

Te burlas, nos miras y te burlas, pero estás atrapada en ese cuadro, con tus dos amantes cansadas, ya sin besos, ya sin lágrimas. Pero tienes el placer consagrado de los pececitos que bailan en tu pelvis, que pasan rápido y se agitan por tu vientre, los escondes y los atrapas, con tu mano izquierda los aprisionas, y uno a uno los empujas por tu sexo.


Y las cosquillas en tu estomago, excitación de peces dorados, te arrebatan una risa en el momento justo de encontrarte, desprevenida, agachada, gozando en tu secreto marino. Te volteas y nos encuentras con los ojos de vidrio anclados en tu espalda curva. Nos sonríes, compartes tu alegría de agua, ya no te burlas, ya no te presumes lasciva.

Retozo y ensoñación. Te quedas inmóvil, esperas que pasemos la punta del dedo por los labios, que remojemos el índice con la saliva caliente y repasemos tu columna. Que dibujemos tu silueta azul y vegetal, que al llegar al final de tus ancas nos enredemos en el cabello rojizo, que el mismo índice húmedo se enrolle por los hilos de plomo, que seamos carne y fuego que se apaga en tus mejillas de hielo. Para luego descubrirlas a ellas, dos sombras pérdidas de Lernas, tierra de manantiales, apenas apariciones, susurros y silencios. Ellas fatigadas de tantos amores, de tantos encuentros nocturnos, mimos de pubis, ondulaciones divinas de riachuelo, pasiones tiernas, travesuras de madrugada.

Náyade olor a manzanilla y renacuajos. Mujer de Eros, vos que ríes porque lo tienes todo y no tienes nada.


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